La arcana XVIII

18.07.2025


         Me puse a jugar con el tarot y salió La Luna. Una de las carta temidas del mazo, según mi maestra. Pero no le tengo miedo. Me muestra que estoy en este proceso de entender mi oscuridad, que estoy buscando y transitando en un ambiente hostil y complejo. En donde no puedo encontrarme, si no me hundo en las profundidades, las atravieso, para llegar hacia el otro lado. 

  


La luna ilumina la negrura de la noche, pero está eclipsada. Navego en ese mar profundo de mis sombras. ¿Qué es lo que escondo? Su luz me invita a adentrarme en ese universo que solo es mío, y de mis ancestros, de mis otras vidas. 

¿Quién soy en este mundo que a veces no siento como mío? ¿Qué rol ocupo en el teatro de esta vida? 

Salir a la superficie y respirar, pero antes caer a lo más bajo, nadar en las aguas del inconsciente, enfrentarme cara a cara con mis miedos, mis deseos más oscuros. Observar la podredumbre que día a día enterramos, esa que nos avergüenza, que a veces nos asusta y no queremos ver. 

Mirarla cara a cara es el paso para poder subir, para salir a la superficie entera. Porque enfrentarse a esa sombra, integrarla, conocerla es la única manera de estar completa, de ser. El escorpión puede morderme, y los lobos acecharme, solo si estoy perdida en esta oscuridad. Pero si navego en ella sin temores, si la enfrento y la conozco, el escorpión será mi empuje para la transformación, y los lobos flanquearan mi espalda y aullarán a la luna para abrirme el camino. 

Poder estar en mí, encontrarme con ese ser único y puro que me habita bajo toda esa capa de miedos, sobras y oscuridad. Para poder reconocerlo, escucharlo, debo recorrer ese camino espinoso. El lenguaje de ese ser, de mi yo superior, es la intuición. Debo escucharla, escucharme, aunque la mente racional se interponga y cuestione. El alma habla a través del cuerpo, nos advierte de formas que a veces no terminamos de comprender, solo hay que cerrar los ojos, respirar profundo y escucharlo. Preguntarle qué le pasa, dónde duele, que puedo hacer para ayudar. Y no tener miedo de la respuesta, no bloquear los pensamientos que puedan aparecer. Es el agua iluminada por la luna, su reflejo y su magnetismo. Hay que adentrarse en esas aguas para sanar. Comprender ese dolor que habita en el espíritu, hacerle las preguntas adecuadas. Y escuchar con el corazón abierto, sin velar nada. Atravesar el agua turbia para llegar al mar. La sanación está dentro.